miércoles, 11 de diciembre de 2013

Entrevista en el diario Expreso

El escritor limeño acaba de publicar su tercera obra narrativa, “El último viaje de Camilo”, a través del Grupo Editorial Norma.

–Tiene publicados dos libros de narrativa, ¿”El último viaje de Camilo” es parte de una trilogía? Cada libro es individual, pero “El último viaje…” se puede leer como el final de los anteriores, ya que aquí rescato los personajes y algunas historias sueltas de los libros anteriores y trato de hilvanar la historia. Este libro apunta a absorber muchas dimensiones de cierta época, a través de personajes jóvenes que están condenados a una búsqueda de mantener íntegra su inocencia. En los tres libros hay mucho de testimonio y soy más evidente que en mi poesía. Tenía que escribirlos antes de que se me olvide, me transforme o me vuelva más gordo o más calvo. Esta trilogía es una especie de inicio a varios proyectos de narrativa que tengo en mente.

–Al cultivar también la poesía, ¿le es difícil transitar entre estos dos géneros?Creo que sí, aunque ahora me siento muy seguro de ambos. Antes estaba más enganchado con la poesía, mi relación con el lenguaje era muy intensa y me costaba mantener cierta objetividad con el lenguaje. La poesía la concibo como escenas, como parte de la realidad y que se filtra en la memoria. Si bien transmito muchos sentimientos, también he tratado de transmitir ideas. No me ha costado, por ese lado, pasar a la narrativa, pero si me ha costado mantener esa distancia con el lenguaje.

–Sin embargo, en “El último viaje…” no se desprende del todo de la poesía, incluso la estructura parece manejarse en prosa…
Sí, y los personajes también son poetas. La idea que guían a estos personajes asociales es la poesía, y el lenguaje obedece a este discurso delirante y otras veces racional. Estos libros pueden ser una especie de transformación del poeta al narrador, visto a través del lenguaje mismo. Ahora, estos géneros los manejo con mayor control.

–Ha admitido influencias de Javier Heraud, Charles Bukowski, César Vallejo y Luis Hernández. ¿Tiene algo que ver la vida trágica y la muerte prematura de estos autores con su interés por ellos?
Ese es mi lado morboso (Risas). Algunos artistas siempre han deseado morirse, sobre todo cuando son jóvenes. Es una forma de trascender físicamente, pero espiritualmente la trascendencia es el arte y eso es lo que retrata la historia de Camilo. Al final no se sabe si Camilo se mató o no, o quizás no importa mucho, pero hay alguien como Paul que se encarga de hacerlo trascender. Es la frustración de un artista que puede haber nacido para llegar más lejos, pero esta realidad es tan fuerte que lo domestica o lo mata. Este libro es mi muerte simbólica, intento persistir en el arte, que es mi forma de buscar la trascendencia.

–¿De dónde nace su interés por narrar historias de personajes marginales?
He vivido siempre entre las fronteras. He vivido en La Victoria , en una urbanización llamada Apolo, rodeado por avenidas y siempre lo vi como una frontera de lo formal y lo emergente. Cuando viajé a Estados Unidos terminé viviendo en la frontera con México. Entonces, siempre me he sentido entre límites y en mis proyectos he tratado de plasmar ese lado marginal, no necesariamente por el interés morboso de hurgar en lo sórdido, sino como una crítica al sistema y para rescatar sus puntos positivos.

–Para terminar, ¿cuáles son sus próximos proyectos?Tengo varias ideas de novela y prosa que me cuestan emprenderlas por cuestiones personales: pienso salir del país nuevamente. Estos proyectos ya no tendrán nada de biográfico o al menos casi nada; pienso que he logrado una madurez que ojalá se muestre cuando estén concluidos. Por el momento pienso en migrar, no sé si a Estados Unidos o a Europa. No importa mucho eso: he podido construir mi propio mundo que puedo llevar en una hoja de papel.

EDUARDO ALCÁNTARA CASTRO
Diario Expreso. Lunes, 7 de setiembre, 2009.

Entrevista en el diario El Comercio

POETA Y NARRADOR. Miguel Ildefonso conjuga el reato con el vuelo poético del lenguaje.

NOVELA
La sociedad de los poetas muertos


Por: Carlo Trivelli

Miguel Ildefonso parece crear como quien da vueltas de tuerca. Sus dos libros anteriores, “El Paso” y “Hotel Lima”, tenían una temática autobiográfica: su época de estudiante de maestría en la ciudad fronteriza con México, en el primer caso, y su época de estudiante y aspirante a poeta en la oscura y violenta Lima de fines de los años ochenta y principios de los noventa. Ahora, con “El último viaje de Camilo”, Ildefonso retoma ambos universos y los junta para dar pie a un libro intenso y coral, que es él mismo metáfora de varias cosas.
Una historia sirve de hilo conductor: “Paul va tras Camilo en lo que es una búsqueda de una persona, pero también una búsqueda de sus textos. Camilo está vivo en “El Paso”, y “Hotel Lima” es más o menos el libro que él escribe. En este libro, Paul va tras los pasos reales de Camilo, pero también de sus textos y al final entiende que ambos son uno. Ese es el sentido del libro: que al final Camilo integró vida y obra, como muchos poetas que llegan a borrar la frontera entre la vida y la literatura, y terminan inmolándose”.
Esa imagen sirve para dar cuenta de una pléyade de poetas que, como Camilo, vivieron en lo que Miguel Ildefonso llama la orilla al margen del poder: personajes como Luis Hernández, Juan Ojeda, Javier Heraud, Carlos Oliva o Josemari Recalde, que parecen enfrentados (y condenados a perder la pelea) con un mundo de reglas sociales, económicas y políticas que no logra comprenderlos y que agrede su sensibilidad. Todos ellos forman la sociedad de los poetas muertos a los que los personajes (en la ficción) y Miguel Ildefonso (en su formación y su juventud) admiran y sienten como sus verdaderos héroes, los únicos posibles en el mundo contemporáneo.
Fiel a su estilo, Ildefonso no ofrece una narración fácil ni lineal, sino que se hunde en escritos viejos y nos ofrece un palimpsesto desde el cual el lector reconstruye lo sucedido. Hay multiplicidad de voces, cada una con su propio registro, que van configurando la historia de Paul y su búsqueda, pero que no son otra cosa que una reunión de distintos textos, algunos escritos con anterioridad, otros creados ex profeso para este libro. Todo ello funciona como una metáfora de lo que significa la propia tarea del escritor y, a la vez, la de sociedades como la nuestra, que tienen aún como pendiente en su agenda reconstruir su memoria y reconciliarse consigo mismas. Y todo ello fluye a través de un lenguaje ciertamente poético, intenso en sus destellos de melancolía.

Entrevista en la Revista Caretas

Delirio, sueño y vigilia en El Último Viaje de Camilo, de Miguel Ildefonso, donde aborda temas recurrentes en la historia de la sociedad latinoamericana.

En El Último Viaje de Camilo, un estudiante radicado en Estados Unidos va tras los misteriosos pasos de un peruano perdido. Miguel Ildefonso asegura que con esta novela cierra un ciclo que iniciara con El Paso y Hotel Lima, ingresando a un periodo de obras que abordarán temas menos biográficos.

  • ¿Cuándo surge El Último Viaje de Camilo?–Muchos textos son antiguos, algunos de los 90 y otros de inicios del 2000, básicamente lo que hice fue corregir. Las historias que se cuentan tratan de esas dos épocas y los textos reales son de esos tiempos. Es producto de los dos libros precedentes, por eso el nombre, pues cierro lo que venía preparando anteriormente, trato de darle un cierre al sentido de las historias anteriores, que el lector entienda la paradoja de estos personajes.
  • Hay alusiones a personajes conocidos, como Borges. –Siempre menciono a personajes de ese tipo, a los que quisiera confrontar. A pesar de que tal vez Borges no está en su territorio, intento darle un sentido, llevarlo a otro contexto. Uno se imagina a Borges en bibliotecas, dando conferencias, yo busco sacarlo a un terreno urbano o bohemio.
  • En la obra no existen descripciones propiamente dichas. –Sí, fue algo riesgoso. Es un libro armado con los textos de los personajes y mediante lo que ellos dicen se describen a sí mismos. Tal vez los personajes no están muy delineados, juego mucho con los clichés, trato de explotar lo que está en la mentalidad colectiva de la lectura.
  • ¿Es un cliché que las grandes luminarias tengan una vida efímera? –Es como una metáfora, el libro también pretende ser reflejo de eso, es producto de retazos de versiones de uno y de otro, exageradas, delirantes. Trato como metáfora la muerte de personas relativamente jóvenes como Vallejo, Mariátegui y Heraud; que de algún modo son como el Perú en el que cualquier cosa que se está haciendo muere rápido o degenera pronto. Ese es para mí un tema central del libro.
  • ¿Hay obras que quieres más que otras? –La que para mí puede ser la mejor de mis obras puede no gustarle a nadie. El arte es así, por ejemplo Calamaro puede hacer muchas canciones de la misma calidad y de vez en cuando sacar un tema como Flaca para vacilarse, pero ya conoces su corazón y lo ves como único. La cosa es ser honesto con uno mismo, con tu imperfección, con tu locura, no traicionarte.
  • ¿Es el Perú un país hecho de nostalgias? –Claro, de frustraciones, se engrandece el pasado de tal manera que pareciera servirnos para frustrarnos más. Siempre que pienso en colectividad pienso en el Perú, en por qué es así. Existe una mentalidad colonial, falta de democracia, los ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría, por eso se repiten los mismos problemas. El arte es el espíritu de una nación y muchas veces se le quiere ocultar porque interfiere.

(Juan Carlos Gambirazio)